lunes, 31 de mayo de 2010

Principios de la Locución


PRINCIPIOS DE LA LOCUCIÓN

El gran poder de la radio está precisamente en su carencia, en que no tiene imágenes. Nunca llegará a determinar totalmente la naturaleza de las cosas, dejando que los referentes visuales los ponga libremente la imaginación del oyente. En radio, sin duda, la mujer más guapa del mundo con una seductora voz será para todos la mujer más guapa del mundo. En televisión la materialidad de la imagen que determina, concreta, hará que lo sea para algunos, quizás para muchos, pero no para todos.
Para poder conseguir transmitir a través de la voz ciertos aspectos que a menudo no tengan que ver con ese físico tan inevitablemente ligado al que nos atenemos en la televisión, se requiere de una gran profesionalidad que permita a su vez el control de cuatro parámetros básicos: la pronunciación, el ritmo, la entonación, la utilización de un vocabulario más o menos rico que siempre nos revalorizará como conocedores de nuestra lengua y algo que parece obvio, pero que a menudo suele ser uno de las metas más difíciles de alcanzar, saber leer correctamente.

Saber leer

Vamos a empezar por esto último pues, a fin de cuentas, aquí se encuentran los pilares básicos para todo lo que vamos a explicar a continuación. Saber leer, lo que podemos entender como leer para recoger y entender una información codificada en nuestro idioma a través de un medio impreso como puede ser un periódico, solemos saber todos. Pero en radio saber leer significa mucho más porque en radio todo lo que se lee se oye y hay que saber leer de tal manera que lo oído no sea ruido sino información que pueda ser recogida de manera sencilla y sin esfuerzos por dicho oído.
Para empezar, nuestra lectura tiene que ser relajada. Si hablamos muy rápido, especialmente en el caso de las personas mayores, es posible que no nos sigan por lo que el oyente tendrá que hacer un cierto esfuerzo y terminará por abandonarnos. En segundo lugar no debemos dudar, hacer pausas indebidas o, algo muy frecuente, trabucarnos en una palabra que no sabemos cómo pronunciarla correctamente. De igual forma habremos conseguido desviar la atención del oyente de la información que estamos transmitiendo. Y para terminar hay que decorar la lectura con expresiones que ayuden a que lo leído parezca ser en realidad dicho porque quien está recibiendo la información no está utilizando los ojos, no está leyendo como nosotros, sino que nos está escuchando. Para leer correctamente y que estas cosas no nos ocurran, aunque muchas veces se producen inevitablemente por nerviosismo y sólo la reiteración y la costumbre pueden superarlos, es imprescindible hacer una rápida o detenida lectura, ( según nuestra capacidad y tiempo disponible) que nos ayude a tomar un primer contacto con el texto y así tomar nota de las palabras con cierta complejidad de pronunciación. Además, nos enteraremos un poco de cuál es su contenido y eso nos ayudará más a transmitirlo con eficacia. Todos los locutores leen cualquier texto informativo o de cualquier otra índole antes de llevar a cabo esta misma lectura por antena y el no hacerlo es un riesgo considerable que fácilmente puede acabar en los defectos que anteriormente hemos señalado.

El ritmo

Sobre el significado que esas palabras tienen, e independientemente de que nuestra forma de leer sea correcta, hay una serie de elementos de comunicación no verbal a través de la voz, cuyo buen control y hábil utilización puede enriquecer nuestra lectura hasta tal punto que podemos adoptar una imagen de cara al receptor muy diferente a la que proyectamos físicamente. Y esto no quiere decir que la imagen de nuestro oyente sea falsa o ficticia, sino que la voz tiene el poder de vislumbrar ciertas facetas de nuestra personalidad que quedan siempre ocultas, solapadas frente a la concreción y el determinismo de la imagen física de la televisión.
El primero de esos elementos no verbales es el ritmo. Antes hemos señalado que hay que leer de manera relajada. Pero a pesar de todo hay un rango y unos márgenes de tal manera que, al igual que un ritmo excesivo puede hacer que no se entienda nada, también un ritmo demasiado lento ( entendido como número de palabras pronunciadas por segundo) puede dormir al oyente. En general si lo que pretendemos es que el oyente se sumerja en una historia marcada por elementos visuales imaginarios, es necesario que cada palabra se pronuncie de forma clara y con un ritmo lento. También para conferir intimismo y confidencialidad. Estos ritmos se utilizan mucho , por ejemplo, en programas nocturnos. Sin embargo, para programas magazines, informativos o cualquier otro de los que habitualmente escuchamos en la programación matutina, el ritmo debe ser intermedio, que despierte alegría o vitalidad, por ejemplo, si es un programa juvenil o musical.

La pronunciación

Como también hemos explicado, muchas veces es frecuente el trabucarnos. Para ello, si estamos leyendo algo de manera improvisada y encontramos palabras en las que prevemos no saber atacarlas con eficacia, mejor no leerlas o sustituírlas por otras de significado parecido, pero de fácil pronunciación. Es por ello por lo que muchos locutores, fórmula muy empleada y casi obligada en televisión cuando se hace autocúe, realizan dos lecturas a la vez, la vocal, que es la que está saliendo por antena; y otra mental con los ojos, que va dos o tres palabras más adelante inspeccionando todo lo que puede resultar confuso o complicado. Si tenemos más tiempo un truco interesante consiste en seccionar la palabra con rayas verticales en sus diversas sílabas para que cuando la abordemos sepamos que es como una curva de ciento ochenta grados que debe ser tomada con moderación. Es decir, al llegar ahí diminuiremos nuestro ritmo de lectura y pronunciaremos con nitidez abriendo bien la boca para evitar que la lengua nos juegue una mala pasada.
Aunque nos pueda parecer ridículo la práctica de abrir y cerrar la boca paulatinamente antes de colocarnos ante el micrófono nos puede ayudar a una mayor abertura de la cavidad bucal que nos amortigüe los posibles trabucamientos que se puedan dar o la falta de vocalización, algo que igualmente añadirá ruido a la información que transmitamos.

La entonación

La voz de los robots que vemos en las películas no tienen entonación. Todas las palabras suenan igual, en serie, planas. En informativos una entonación así se suele usar pues eso es signo de objetividad, no añadiendo ninguna connotación de más a la palabra pronunciada. Pero si queremos enriquecer nuestra lectura la entonación introducirá inflexiones que pueden ser traducidas por el oído como pausas que permitan la variedad en la voz y que ayudarán a mantener constante la atención de nuestro oyente. Entonar bien es como ponerle a cada palabra una imagen que tenemos que proyectar al pronunciar dicha palabra al mismo tiempo que puede inferir en el oyente algún estado nuestro de ánimo.

Los chasquidos

Habitualmente, sobre todo cuando estamos nerviosos, se nos puede secar la boca, por lo que la saliva se hace pegajosa y ésta puede ocasionar chasquidos que, si el micrófono es lo suficientemente sensible, también puede reproducirlos perfectamente. Para evitar esto se aconseja utilizar un simple vaso de agua y beber a sorbos lentos cuando lo necesitemos; o si estamos ante una situación difícil, pasarse la lengua por delante de los dientes. Esta operación que parece estúpida, no lo es en absoluto ya que es una forma de estimular las glándulas salivales, las cuales proporcionarán la saliva suficiente como para reblandecer la boca y mantener más controlada dicha sequedad.
Los chasquidos son especialmente molestos en narraciones donde se necesita una voz limpia, propias de programas en la noche intimistas y confidenciales porque el oyente no oye sólo, escucha. La gran diferencia entre oír y escuchar es parecida a la de ver y observar. Todos oímos puesto que disponemos de un sistema de recepción, que es el oído y todos sus complejos órganos, para descodificar las ondas sonoras como sonido. Pero el escuchar implica que además el cerebro está procesando la información que sale del locutor para ser entendida y analizada.
La radio de la mañana es más de oír que de escuchar. El/la ama de casa está haciendo sus labores y no tan pendiente de lo que dice la radio, hasta que encuentra algo que dicen que le es de interés y entonces sube el volumen y escucha.

La proyección de la voz

Hasta el más sensible de los micrófonos pueden no captarnos nada si no proyectamos la voz. Hay personas que, sin hacer ningún esfuerzo, hablan por el teléfono, en una conversación que se supone privada, y se está enterando todo el mundo; y hay personas que por más que se esfuerzan no logran oírseles ni el cuello de su camisa. En estos últimos casos hay que proyectar la voz, es decir, saber colocar el diafragma y el aparato fonador de tal forma que, como decíamos antes en el primer tipo de personas, proyectemos la voz siendo rotunda, clara y sin hacernos daño en la garganta. Para ello existen ejercicios y fórmulas y en ello consiste en parte el buen arte de la locución, especialmente importante también para doblaje, cantos y no digamos para representaciones escénicas en vivo.

La utilización de un lenguaje más o menos rico

Somos profesionales de la comunicación, hemos estudiado una licenciatura que es una carrera de grado superior y hemos atravesado una dura Selectividad, pues la nota que se exige no es pequeña y va en ascenso, especialmente en Comunicación Audiovisual. Esto quiere decir que, sin pasarnos evidentemente, debe notarse que somos universitarios. Servirá de ejemplo para que no se empobrezca más de los que pude estar nuestra lengua, ya que nos van oír muchas personas. Esto es especialmente importante en la radio, ya que en la televisión la búsqueda a menudo de las espectacularidad a través de las imágenes, reduce bastante la autoridad de la palabra, trivializándola.

Leer como si no leyéramos

Si leemos un cuento, una historia, algo que contamos, puede, y siempre dentro de ciertos límites, notarse una cierta lectura. Pero en los programas, reportajes, entrevistas, magazines, tertulias..., la lectura casi nunca constituirá la manera de hablar, sólo un apoyo que no debemos olvidar. Cuando nos despegamos del papel se multiplican los problemas porque tenemos que improvisar. La improvisación, que no significa carecer de guión, exige mantener controlados igualmente los parámetros anteriores pero sin estar escrita cada palabra y entonces son muy frecuentes los titubeos o las palabras coletilla tipo "bueno", "pues", "eeeehhhh", "mmmm", "efectivamente", que utilizamos frecuentemente de almohadilla cada vez que pensamos qué palabra debemos unir a la anterior.
Poco podemos decir a este respecto. Las ansias de autoperfección, la costumbre y el esfuerzo diario conseguirán que vayamos progresando en esta difícil tarea. Cuando la conversación se produce entre dos personas, como habitualmente se da en muchos programas donde suele haber dos presentadores y diversos entendidos en determinadas secciones, la conversación mutua puede ayudar a disimular esos problemas. Ahora bien, es muy importante saber elegir bien a nuestro otro locutor, ya que una buena comunicación con él como si fuéramos hermanos o una comunicación vacía y artificial pueden ser la clave para el éxito o dar al traste todo nuestro trabajo.
La improvisación es difícil de conseguir, pero es tan importante como la buena lectura, y combinados los dos en sus justas proporciones como si fueran los ingredientes de una buena sopa, hacen mucho más fácil la captación del oyente.

La música

Los periodistas, habituados al lenguaje de la prensa, dan una gran importancia a la información través de la palabra como portadora de mensajes sin darse cuenta de que la radio es sonido y que, por tanto, en ese sonido se inscribe todo lo que puede ser percibido por un oído. La música es a menudo una manifestación del espíritu que puede ir mucho más directamente al inconsciente que cualquier otra palabra porque nos hace sentir sin intermediarios. Es una de las comunicaciones más puras y, por tanto, su hábil uso por parte de una persona con una especial sensibilidad, puede reforzar incluso más que la voz un determinado mensaje radiofónico. Debería cuidarse mucho la música empleada de fondo para las cabeceras de los programas, reportajes, así como en la publicidad, cosa que observo que no se cuida demasiado desvirtuándose el sentido primigenio de comunicación auditiva.

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